Tierra Santa (Alda Merini)

La Tierra Santa de Alda Merini, Editorial Pre-textos, Valencia, España, 2001.

 

Gli inguini sono la forza dell’anima

Gli inguini sono la forza dell’anima,
tacita, oscura,
un germoglio di foglie
da cui esce il seme del vivere.
Gli inguini sono tormento,
sono poesia e paranoia,
delirio di uomini.
Perdersi nella giungla dei sensi,
asfaltare l’anima di veleno,
ma dagli inguini può germogliare Dio
e sant’Agostino e Abelardo,
allora il miscuglio delle voci
scenderà fino alle nostre carni
a strapparci il gemito oscuro
delle nascite ultraterrestri.

Las ingles son la fuerza del alma

Las ingles son la fuerza del alma,
tácita, oscura,
germen de hojas
de donde brota el semen de la vida.
Las ingles son tormento,
poesía y paranoia,
delirio de hombres.
Perderse en la selva de los sentidos,
asfaltar el alma de veneno,
mas de las ingles puede germinar Dios
y San Agustín y Abelardo,
entonces la mezcla de las voces
descenderá hasta nuestras carnes
para arrancar el gemido oscuro
de los nacimientos ultraterrenos.


La Terra Santa

Ho conosciuto Gerico,
ho avuto anch’io la mia Palestina,
le mura del manicomio
erano le mura di Gerico
e una pozza di acqua infettata
ci ha battezzati tutti.
Lì dentro eravamo ebrei
e i Farisei erano in alto
e c’era anche il Messia
confuso dentro la folla:
un pazzo che urlava al Cielo
tutto il suo amore in Dio.
Noi tutti, branco di asceti
eravamo come gli uccelli
e ogni tanto una rete
oscura ci imprigionava
ma andavamo verso la messe,
la messe di nostro Signore
e Cristo il Salvatore.
Fummo lavati e sepolti,
odoravamo di incenso.
E dopo, quando amavamo
ci facevano gli elettrochoc
perché, dicevano, un pazzo
non può amare nessuno.
Ma un giorno da dentro l’avello
anch’io mi sono ridestata
e anch’io come Gesù
ho avuto la mia resurrezione,
ma non sono salita ai cieli
sono discesa all’inferno
da dove riguardo stupita
le mura di Gerico antica.

La Tierra Santa

Conocí Jericó,
yo también tuve mi Palestina,
los muros del manicomio
eran los muros de Jericó
y una poza de agua infesta
nos bautizó a todos.
Ahí dentro éramos judíos
y los Fariseos estaban en lo alto
y estaba también el Mesías
confundido con la muchedumbre:
un loco que gritaba al Cielo
todo su amor a Dios.
Nosotros todos, rebaño de ascetas,
éramos como los pájaros
y cada tanto una red
oscura nos aprisionaba
pero nos encaminábamos hacia la cosecha,
la cosecha de nuestro Señor
y Cristo el Salvador.
Fuimos lavados y sepultados,
olíamos a incienso.
Y después, cuando amábamos
nos daban los electrochoques
porque, decían, un loco
no puede a nadie amar.
Pero un día desde dentro de la tumba
también volví a despertar
y también como Jesús
tuve mi resurrección,
mas no subí a los cielos
descendí al infierno
desde donde, atónita, miro de nuevo
los muros de la antigua Jericó.

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diciembre 30, 2018