Cuaderno de Chihuahua o las vidas paralelas del septentrión 

Renée Acosta

Monterrey 19 de agosto del 2013

Al encontrarme con una de las grandes obras de la poesía canadiense contemporánea La belleza del esposo de Anne Carson me acerqué también a una de las técnicas más complejas de la poesía actual: el distanciamiento. El distanciamiento es para la poesía lo que la interiorización del personaje en la técnica Stanislavski para la actuación. Ambas son técnicas que procuran llegar a la verdad, y en este sentido son un ethos platónico donde lo bello, lo bueno y lo verdadero, redundan y confluyen en el círculo de la triada socrática. Tanto en el libro de Carson, como en el presente libro encontramos esa similitud. Primer paralelismo o coincidencia. Hasta aquí debo decir que no creo en las coincidencias, pues las coincidencias son índices de los factores del caos. Más bien creo en un caosmos, una especie de caos cuyo trasfondo es el cosmos.

Regresando al tema del distanciamiento debo decir que dicha técnica consiste en la exploración interna de los recuerdos, con la debida distancia del tiempo que ha pasado en la vida del autor, para poder hablar del hecho con la plenitud del detalle, que el estar inmerso en la emoción no lo hace posible. Esta es una poesía que nace si bien del desgarramiento, desde la cicatrización. Otra cosa importante es que ambas obras poéticas, porque Cuaderno de Chihuahua es en realidad una especie de poema, son autobiográficas. En este libro Jeannette L. Clariond rompe las barreras de los límites interiores que restringen la voz poética. El reto es monumental. Quien haya intentado en algún momento de su vida escribir un texto autobiográfico, sin las máscaras del verso, sin el maquillaje moral de los hechos, con las agallas de mostrarse y desnudarse en el escrito, sabe a la perfección de lo que estoy hablando.

Cuaderno de Chihuahua es la historia de Jeannette y de la familia desde su llegada a Chihuahua donde se instalaron refugiados, en búsqueda de una vida, de oportunidades en América. Así nos platica Jeannette que llegaron sus abuelos Pablo Ayub y María Shallhoup, que tuvieron a Esther, Jorge, Lillian y Olga, su madre. Ellos tuvieron que enfrentar el exilio, la lejanía, la nostalgia por la tierra, pero también la matanza de inmigrantes árabes por las fuerzas Villistas, que hicieran lo mismo con los inmigrantes chinos. Nos cuenta Jeannette:

En 1913—1914 Pancho Villa, elegido gobernador interino, decreta la salida de chinos y árabes del territorio chihuahuense. Se tiene registro de la muerte de gran parte de los inmigrantes chinos a manos de los villistas. Recuerdo que en casa de mis abuelos durante años se habló de la matanza de Torreón. En Chihuahua se quedó un grupo de sobrevivientes dedicados al menudeo, con pequeños establecimientos junto al mercado de la calle Bolivar. Cuando íbamos a comprar chamoys, sonreían con una risita cortada oculta tras el ábaco que utilizaban en lugar de la caja registradora. De su expulsión se hablaba por todas partes. En cambio, los árabes callaban su destierro como si se tratara de algo ocurrido en un sitio irreal: no lo podían nombrar, ni recordar, ni soñar. El destierro llenó de terror todos los muros, el miedo se percibía en el rincón de cada casa, en los gestos, en los ojos de los inmigrantes de Chihuahua. Fue así como se conformó la colonia libanesa. p 30

Hoy en día las casas de Chihuahua tienen otra vez ese miedo en las paredes, ahora por otra lucha, por otra guerra que nadie pidió.

Entre los aromas, los paisajes, los sabores de la casa, de la cocina libanesa, de los dulces, Jeannette se apodera del distanciamiento y nos habla de todos los aspectos familiares que, en parte nos recuerdan a la familia Buendía, otro tanto a los recovecos de una tierra laberíntica como en Pedro Páramo; pero que sobre todo es el testimonio cercano y verídico de la infancia de la autora, desde el distanciamiento, donde el dolor se torna una nostalgia estética, no vigorosa, no lastimera, no compungida. Eso es lo que tiene que lograr el distanciamiento. Toda gran obra autobiográfica debe lograr que el público se identifique con los personajes, en este caso reales, de la historia. Cuando la obra se torna en exceso dolorosa pierde la atención del público. Éste no es el caso de la obra creado desde el distanciamiento, por el contrario nos hace encontrar la compatibilidad, la empatía, las coincidencias que nos hermanan con los personajes, aunque nuestras vidas sean tan diferentes existen esos paralelismos, que las hacen vidas paralelas. Así nos va mostrando la autora los retratos familiares, la tía Jeannette. Decía Gastón Bachelard que todos somos un cúmulo de nuestras afecciones, los pequeños detalles de las cosas que nos gustan o que nos desagradan, todo eso nos va dando nuestro rostro. Dice Jeannette:

Así es el tiempo, los años, la vida, todo lo que conforma tu historia, todo en sucesiones fluctuantes. En poesía no existen el tiempo ni la distancia. El espacio es la palabra que empieza a subir lentamente desde la planta de los pies, buscando su propia alma. p 34

Cuaderno de Chihuahua nos transporta en el tiempo a otras épocas, a otras décadas. Nos hace un recorrido de la mano por los tiempos de la época Villista, los años 50s, los años 60´s, los 70´s. A través de los ojos de la familia Lozano Ayub vemos el día de la muerte de John F. Kennedy, los espacios familiares, las costumbres, los hábitos arraigados, la formación religiosa. Y si bien dice Jeannette en el libro que la gente confunde religión con religiosidad, también se confunde y se conoce menos el acto del religare, religar con algo, es compatibilizar con ello, es sentirte cercano, empático y compartes con eso un estrecho lazo invisible. Así veo yo el aspecto religioso de la vida de Jeannette, como un religare con la religiosidad y por tanto, una manera personal e íntima de vivir la religión. Las figuras religiosas aparecen a lo largo del libro, desde los espacios cotidianos de la casa, hasta en la iglesia de monjas en Estados Unidos donde estuvo internada. En ese sentido es el testimonio de una exiliada que más allá de las fronteras de México y Estados Unidos, decide un exilio interior, y es desde ese exilio que nos narra la historia de su familia:

El exilio había hecho de ellos, los Ayub incluidos, personas capaces de desprenderse de sus cosas y de sí mismas, lo que no les impedía ser comerciantes natos, conversadores brillantes de mirada profunda, capaces de reconocer al hombre detrás de los vicios del cliente. Ya para esos años el pozo había echado su raíz. La colonia libanesa solía frecuentar la Mina 1004 para intercambiar periódicos y noticias sobre el Líbano, tomar café turco, y que Jeannette les leyera la taza. Ángel, Munira, Diana, Odette, las familias Asad, Azar, Salomón, Meouchi, Nahás, Moisés, Elías…p 38

El libro es un recorrido por la historia de Chihuahua desde las memorias recónditas, pero sobre todo desde la honestidad de desnudar el recuerdo, que es tal vez uno de los logros más importantes y que hacen de esta obra un testimonio y un rescate cultural de los inicios de la colonia Libanesa de Chihuahua. Por una parte. Por otra parte el nivel del lenguaje en las descripciones de todo el libro es de una alta calidad poética, que va asombrándonos, rompiéndonos, descubriéndonos a fondo la personalidad, los dolores, el aislamiento del exilio personal y del exilio geográfico, en una constante y sostenida delicadeza lingüística que hace al libro verdaderamente deleitable en todo momento. Y hay que subrayar que la dificultad que se presenta en principio, de manejar los recuerdos, de externarlos desde la memoria profunda, de llevarlos a lograr la identificación con los conflictos personales de cada uno de los personajes que aquí se muestran, hacen que el libro suelte raíces en los corazones de los lectores.

Decía que una verdadera biografía, el verdadero arte auto biográfico se da desde el distanciamiento, que aquí es tan palpable; pero también tiene la virtud de lograr la identificación entre las vidas que aquí se muestran, y la vida personal del lector, que puede ser tan diferente como distante es el tiempo y las décadas que recorre el libro, y sin embargo lograr que exista el religare, la compatibilidad, la semejanza. Al darnos un vistazo a los conflictos internos de Olga, de Jorge, de Jeannette, de Yamille, etc, nos muestra no solamente el linaje de su estirpe con gran orgullo, sino también nos permite identificarnos con ellos, sentirlos en la comisura del rabillo del ojo y verlos reales, palpables, latentes.

El rescate que representa a través de la memoria, de los comercios antiguos de Chihuahua, que fueron fundados por los colonizadores libaneses, rescata a  su vez la mirada sobre el Chihuahua de antaño, ese Chihuahua que se desdibuja en las fotografías sepias y a blanco y negro, donde la tristeza de los años de la revolución y la persecución que sufrieron de los villistas, se convierte al paso de las décadas en una prominente generación de negociantes y de familias, que le han dado forma a la sociedad chihuahuense. Baste decir que los apellidos que aquí menciona Jeannette forman parte de la base de la sociedad y que sus descendientes, de una forma u otra, han dejado huella en la historia de Chihuahua. Un Chihuahua de antaño que cada vez se ve más desdibujado, que ha sufrido tantos cambios, que ahora es difícil reconocerle.

Chihuahua es una tierra que ha cedido al daño del tiempo y que ha dejado caer las antiguas casonas del centro de la ciudad, no teniendo mayor alternativa que modernizarse, como si en la obra pública de relumbrón se pudiera maquillar la miseria de la ignorancia y la indiferencia histórica a sus monumentos arquitectónicos, hoy cada vez más y más en desaparición. Seguramente si visita próximamente la ciudad de Chihuahua Jeannette, descubrirá un túnel que atraviesa la calle principal del centro de la ciudad. Esos cambios con pretensión de vanguardia y modernidad, no pueden sostener por sí mismos la desazón comunal y colectiva que los chihuahuenses tienen al enfrentar la violencia.

Las calles de Chihuahua huelen a miedo, los balazos, las sirenas, los gritos, las notas de alarma, todo eso que es el Chihuahua actual permanece al margen de Cuaderno de Chihuahua y gracias a Dios que así es. Pues en este libro podemos volver a respirar la memoria del recuerdo, su olor a gardenche y a huizaches, sus desiertos con aroma de gobernadora, sus paisajes terrestres llenos de cerros rojizos bajo la luz de los atardeceres; sus palomas del parque, sus árboles del parque Lerdo. Esto es precisamente lo que hace un deleite de Cuaderno de Chihuahua porque nos devuelve un Chihuahua que ya jamás volverá. El aire tranquilo, sereno y sencillo de la ciudad es una atmósfera constante en todo el libro y esto nos conmueve.

Debo decir que en este libro Jeannette nos regala un viaje de regreso en el tiempo, donde nos comparte todo lo que significa Chihuahua para Jeannette, pero también hace falta decir que es lo que significa Jeannette para Chihuahua. Si bien Jeannette ha pasado gran parte de su vida fuera de Chihuahua, ella no olvida sus orígenes y debo decir que es hoy por hoy, la escritora más importante de Chihuahua dentro de las letras nacionales e internacionales. Y no es para menos. Detrás de cada línea destellante que podemos leer en este libro, está la experiencia y el dominio de la palabra, donde se hace notoria la formación de Jeannette. No es para menos, autores como Harold Bloom y Gonzalo Rojas han sido sus maestros. Jeannette ha obtenido los premios y becas más importantes a nivel nacional e internacional y con toda la seguridad puedo decirles que es la escritora más importante de todo Chihuahua, esto incluyendo a los autores varones a quien ella ha superado en muchos sentidos. Y es que si bien la literatura de Chihuahua producida a partir de la segunda mitad del siglo XX se hace ya merecedora de llamarse “literatura chihuahuense”,  en el aspecto de género todavía se desluce la labor de las escritoras y se distingue también una sintomatología en la falta de profesionalización literaria de la mujer. Es por esto que Jeannette es la primera mujer poeta de nuestro Estado en destacar en las grandes esferas literarias del país y más allá de las fronteras. Y esto no es todo. En Jeannette se da todo un fenómeno literario para Chihuahua, en lo cual también debe considerarse por un lado la formación familiar y por el otro el grado de profesionalización que ha alcanzado, y que la hacen una escritora e intelectual completa. En su obra encontramos poesía, ensayo, traducción. Su condición de políglota como bien lo dice en el libro: todos los libaneses somos políglotas, le ha abierto las puertas a las grandes esferas con proyectos tan importantes como fue la traducción de Zodiaco Negro de Charles Wright con prólogo de Harold Bloom. Esto, señoras y señores, es un hecho inédito en las letras femeninas de Chihuahua. Es por esto que Jeannette es la carta más fuerte con la cual cuentan las letras femeninas de principio de siglo XXI y que es un gran orgullo para mí que me haya invitado a participar de la presentación de este libro, que estoy segura que será en el futuro un libro tan citado y recurrido en los estudios literarios e históricos de Chihuahua como lo es la obra de Nellie Campobello o Martín Luis Guzmán.

Reneé Acosta es poeta, filósofa y ensayista mexicana.