El volar no es sólo para los pájaros. Los poetas lo saben y hay algunos que alzan el vuelo muy alto. Jeannette L. Clariond es uno de ellos. Su voz, una de las más relevantes de la poesía mexicana actual, ha dado una obra sólida sustentada en una poética en la que la remembranza y el sentimiento tienden a hacer más comprensible la realidad del mundo.
Pero Jeannette L. Clariond es una hija del valor, como diría mi querido amigo, el poeta español Carlos Morales del Coso, y su poética vital trasciende el coto de la escritura y se extiende a la ensayística, la traducción y la edición, dominios en los que hace valer la soberanía de la sabiduría y la generosidad.
– recuerdo con emoción la noche en que, hace algunos años, nos conocimos en una lectura compartida en la Sala Nostromo de Barcelona, invitados por la poeta Goya Gutiérrez…
-aunque ya la había leído, su poesía me impresionó dicha por usted…
Sus versos son densos y nítidos, potentes y delicados…como podemos constatar en Leve sangre, en su bellísimo Cuaderno de Chihuahua,
En Leve sangre leo “qué alcanza en su límite la llama” y en Cuaderno de Chihuahua este verso soberbio…”Arder, yo vi a mi abuela arder”…
En 2014, la Universidad Autónoma de Nueva León la homenajeó y publicó una antología de su poesía –Astillada claridad-…
– Algunos críticos dicen que es una poeta de corte clásico y creo que es así, pero con matices importantes en cuanto a que no se limita a la tradición greco latina sino también a la mexicana, donde el mito, la religión y la forma de ver y concebir el mundo son distintas…pienso ahora en esa bellísima poesía que nos dejaron Cuacuauhtzin y Netzahualcóyotl…
– Jeannette, usted ha estudiado y escrito libros sobre la religión y el pensamiento de las culturas mesoamericanas ¿de qué manera el mito interviene en nuestras vidas y en la concepción del mundo?
R: En alguna ocasión leí que la metáfora es un mito en pequeño. La creación poética se asienta — se construye, digamos,– no sobre mitos ancestrales sino en torno a la visión que el poeta tiene de su mito personal. El mundo se piensa por el arte, ése que nos mira y nos oye, con el cual dialogamos y que nos lleva a leer lo leído y a mirarnos en todo aquello que constituye nuestra falta. Dime tu historia y te diré tu mito, dicen.
– Desde este posicionamiento estético ¿cree que la poesía actual adolece de objetivismo y que el diálogo y la descripción antes que ahondar ocultan la realidad…?
R: A mayor falta mayor necesidad de Absoluto. Hay que darnos cuenta, evocando a Emmanuel Levinas, de que lo Absoluto nunca está separado de la nada. La actualidad no adolece de esa nada, sólo de la conciencia de ésta. La poesía surge del terreno de la subjetividad, somos lenguaje. No sé si la realidad existe. Creo en lo real, en lo que los ojos crean. Creo en la mirada creadora, en los ojos que buscan: “Beware the ides of March”, adelantó Shakespeare, advertencia con la que me persigno cada mañana.
– Además de escribir poesía traduce a poetas y narradores como Alda Merini, James Merrill, Elizabeth Bishop, Anne Carson… ¿crees, como dice esa frase tan tópica, que la traducción es una traición?
R: Pienso que esa frase es, en efecto, un tópico y daña el verdadero fin de la traducción: enseñarnos a leer, a leernos. La mejor manera de conocer a un poeta es traduciéndolo. La poesía y la pintura son intento de acercamiento. La tarea del traductor es prestar su voz, acercar dos lenguas, asistir y ser parte del coito en donde dos lenguas se unen. Hay muchas formas de acercarse a un texto, debemos elegir la que mejor convenga a la voz que se traduce, y a la lengua. Mi abuela murió quemada. Tengo la fantasía de que al traducir podría subsanar la falta, estar cerca de su cama y ver qué pedía, qué gritaba, alguien que hablara su lengua, el árabe, cuando el colchón ardió. Es mi razón de ser traductora, un trabajo que amo y que me ha mostrado una suerte de humildad ante la palabra.
Usted dijo en cierta ocasión que en poesía no se traduce una palabra sino una tradición.
Después de 25 años de estar traduciendo a poetas que pertenecen a La Escuela de Wallace Stevens, finalmente puedo decir que he empezado a comprenderlos. Me asombra la forma en que ciertos poetas traducen un poema sin tener noción de la lengua, primero, y segundo, ignoran la tradición a la cual pertenece el poeta. La poesía busca simbolizar la interioridad. En Stevens, el sol puede significar la poesía, mientras que en Crane pudo serlo el león, y el tigre en Blake. Poetas como Charles Wright suelen hablar con los muertos, y hay que cavar hondo en la tierra para saber de qué poetas se trata. Si pudiera, me acercaría de nuevo a la obra de Hart Crane, uno de los 17 poetas incluidos en La Escuela de Wallace Stevens. Y aquí de nuevo retomo el tema del mito, entenderlos es volver la mirada a la poesía estadounidense del Siglo XX, al Romanticismo alemán, a su vínculo con el Siglo de oro español, La Cábala, el Sufismo, casi como volver a leer rayas en las piedras. ¿Qué simbolizaba una línea negra?
Ese afán por difundir a poetas que, por alguna razón han quedado relegados en la memoria o el conocimiento de los lectores, le llevó en 2009 a crear junto al poeta español Martín López Vega la editorial Vaso Roto, con sede en Madrid y México y que hoy es una de las más importantes en habla española…
R: Creo que aquí hay un desvío en el imaginario colectivo. Vaso Roto inicia en 2003 haciendo libros en Braille. No con Martín, él colaboró en la oficina de España en 2009, pero años antes había iniciado un proyecto con el artista chileno afincado en Barcelona, Víctor Ramírez y con un ciego de Monterrey, Noé López. Yo me sentaba con él y hablábamos de los poemas que él transcribía en su máquina Perkins al Braille. En 2001, empecé a ir a la Universidad de Yale para asistir a los seminarios de poesía norteamericana contemporánea y a los seminarios sobre Shakespeare con el crítico Harold Bloom. Tenía ya tres licenciaturas y dos masters por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Estudié 6 años en los Estados Unidos y mi madre me habló siempre en inglés. Aun así, al sentarme en la mesa junto a aquellas mentes brillantes, me di cuenta de qué lejano es el inglés literario al que yo conocía. Recuerdo aquella tarde en Yale discutiendo un poema junto a este pequeño grupo de estudiantes proveniente de todo el mundo leyendo poemas de Wallace Stevens, me di cuenta de cuán diferente es el inglés de la alta poesía, una tradición con vasta influencia del provenzal, del celta, del Siglo de Oro, con sus arabismos. Por otra parte, en ocasiones olvidamos que esos 800 años de invasión árabe no siempre fue musulmana, ya en 1212 la mayor parte del territorio de España pasó al reino cristiano. Son temas históricos y políticos que necesariamente afectan nuestra expresión. Dos años después, sacamos algunos libros en Braille, Víctor trabajó en una escultura con versos de W.S. Merwin que se encuentra en el Parque Fundidora de Monterrey; así empezó Vaso Roto.
-Con el mismo espíritu con que se creó Vaso roto, realizó junto a Harold Bloom, una antología de la poesía norteamericana contemporánea, La escuela de Wallace Steven, que fue galardonada con el Latin Award Book, en la feria del libro de Nueva York, y tradujo junto a Andrés Catalán, Divinas comedias, de James Merrill…
Es así. Nicanor Vélez quería que yo trabajara en una antología de poesía norteamericana junto a Eliot. Pero, yo había traducido para Pre-textos Zodiaco negro, para el cual había recibido apoyo del Conaculta. Un libro bello y complejo, quizá lo más complejo de Wright. Bloom leyó esa traducción y me propuso hacer juntos la antología. Fue una maravillosa experiencia; entendí que no puedes traducir palabras, ni versos, ni poemas. Se traducen ecos, voces, voces distantes, piedras… todo lo que viene anterior al presente que debes desentrañar. ¿Sabes que Wright es un gran lector de Juan de Yepes? Tiene un bello libro titulado Una breve historia de la sombra. Y eso es entrar en la oscuridad.
– Hemos entrado en la segunda década del siglo XXI y estamos en plena era virtual y al mismo tiempo en un colapso del sistema capitalista que amenaza con la destrucción del estado de bienestar y con llevar a los trabajadores a la condición de siervos ¿qué papel, según tú, hemos de desempeñar los poetas en esta coyuntura histórica?
Los poetas no podemos cambiar el mundo, sólo transformar la visión que tenemos de él. Darla a ver es a lo que podemos aspirar. ¿Cómo comparar la emoción de leer a Safo con la nausea que produce un discurso de Trump? Pues es eso. La náusea, lo intolerable del mundo exterior nos lanza hacia la interioridad y nos exige llenarnos de silencio. Son igualmente siervos o serviles los capitalistas o los gobernantes que adulan el poder, que viven sumidos en la arrogancia, en la creencia de que pueden dominar o doblegar el mundo. El trabajador no es siervo. El poeta no es siervo. La poesía es ver. Oír. Decir. Su fin no es salvar a los otros. Sí, es cierto, Ajmátova le dijo a aquella mujer anciana “Si puedo” cuando ésta le preguntó si podía escribir para todos los desamparados. Pero Ana Ajmátova escribió para todos los seres humanos que vivimos en el desamparo espiritual porque no hay nadie que nos escuche. Ajmátova no escribió para los trabajadores oprimidos de la revolución del 17, no, ella nos habla a todos, ahora, ayer, mañana… ella está muerta y su voz está entre nosotros. Ajmátova somos todos, la poesía que ella nos dejó nos hace ser todos. Hoy es la muerte, mañana, el diálogo, después, lo que dejemos en la memoria de unos cuantos.